miércoles, noviembre 23, 2005

Tango...maldito tango


No me vas a ver tirado, ni me vas a ver rendido…
No me vas a ver llorando como vos imaginás
Ni perdido en los boliches para olvidarme de tu olvido…
… si has pensado todo esto, no lo vas a ver jamás.

Cuando tenga que nombrarte, voy a hacerlo sin testigos, por si acaso en una de estas, se me escapa un lagrimón …
Y si bebo algunas copas, no va a ser con los amigos…
uno nunca está seguro de si aguanta el corazón.

No voy a andar dando pena, desesperado y vencido, después de haberte querido, no te voy a dar el gusto de que veas mi dolor…

Si todos dicen que miento, porque agarrado al ayer…
Te quiero mucho, te siento…si mi vida es un tormento…
JAMAS LO VAS A SABER

Hoy he pensado otra vez en ti. Tu rostro ha estado presente en mi pensamiento desde el duermevela que precede al empezar de mi día. Tu aroma inunda mi cuarto, mis ropas, se funde con mi propio olor sobre mi piel. Más de un millón de veces he creído oír tu voz, sobresaliendo de entre la maraña de voces que me rodean todo el día. A la hora de la comida, he pedido ensalada y he evitado el vino, haciendo caso (tarde como siempre, lo sé) de tus recomendaciones. Al volver a casa he recorrido el parque, he ido deteniéndome en cada uno de los lugares que retienen aun nuestra presencia y que parecen llorar tanto como yo tu ausencia.
Ya en casa, sólo, he decidido pensar razonablemente… He llegado a la conclusión de que
TE ECHO DE MENOS.

Letra y música de Malevaje...

lunes, noviembre 07, 2005

Casilda y Estrella XVIII. Africa III.

Aquí estáis de nuevo, eh??? Al olor de la merienda presumo, rió Estrella
Como resistirse al olor del café y de esas rosquillas de anís miña queridiña.
Entonces te vás, dijo Casilda con un rastro de tristeza en su voz.
Si, contesto el Capitán. Ayer me confirmaron los detalles de vuelo. Salgo mañana temprano hacia Paris y luego…. África.
¿Lo tienes todo preparado? Preguntó Estrella con aire maternal.
La verdad es que todavía queda espacio en mi maleta y estaba pensando Casilda, que si tienes alguna ropa que no uses….
No creo que te sirva la ropa de su talla, ironizó Maruxo.
Cada día mas simpático, eh pajarraco do demo?
¿A quién se la llevas? Pregunto Casilda.
Es para Yolanda, una conocida de Malabo.
Ah una novia eh? Graznó más que hablo, esta vez Maruxo.
No, cuervo malicioso. No tengo yo esa suerte con las féminas, dijo mirando de reojo a Casilda.
Cuéntanos quién es, Capitán. Seguro que tras ese nombre hay una historia, apremió Estrella.
Pues la verdad es que sí. La conocí durante mi primera visita a Malabo. La capital de la antigua colonia, todavía guarda algunos recuerdos de España. Entre ellos los nombres y apellidos de sus gentes y por supuesto el idioma.
Nada más saltar al muelle se nos acerco una bandada de chiquillos ofreciéndonos sus servicios como guías y tratando de vendernos todo tipo de souvenirs. Esto ocurre en la mayoría de los países. Viendo que el habitual reparto de caramelos los había contentado, me dispuse a seguir mi camino cuando uno de los más pequeños tirando de mi manga me ofrecía sus servicios, serio como un hombre de negocios. ¿Cómo te llamas compañero? Soy Francisco. Pero me llaman Paco. Bien Paco, quedas contratado. Así con Paco como guía recorrimos la parte permitida de Malabo, adentrándonos en su parte más pobre y más alejada de aquella, que mi mente guardaba desde niño, tras haber mirado millones de veces las amarillentas fotos que mi padre atesora en una caja de lata, recuerdos de los años pasados en Guinea.
Acabamos tomando una cerveza en el único bar de los alrededores que despachaba San Miguel fría y que contaba con aire acondicionado. Paco se tomó su fanta muy formal, admirado de la magnificencia de un local que por los altos precios se hace visita imposible para la gente humilde como él.
Hicimos nuestras compras, paseamos, tomamos alguna cerveza más y llegó la hora de volver a bordo. Llevamos a Paquiño a su casa. En la puerta sentada en una silla, estaba la representación misma de la belleza de la raza africana. Quedé un momento sin palabras (y casi sin aliento) contemplando esos negros ojos que parecían querer traspasarme el alma. Hola buenas tardes, aquí traemos a Paco de vuelta.


Hola, contestó la joven con un tono de voz dulce y a la vez profundo, espero que mi hermano no les haya molestado mucho. No, por supuesto que no, es un chaval muy bueno. En un momento salió su madre, a la que directamente nos presentó ella, sin haber dicho aún su propio nombre. Paco le había enseñado a su madre los 20 $ que yo le había dado y la señora amablemente nos invitó a una limonada en el porche de su casa. Ahí comencé a hablar con Yolanda y así me enteré de sus sueños, sus temores, sus ganas de estudiar, sus ansias de escapar de una vida sin futuro, en un continente en el que futuro es hoy, porque nadie garantiza un mañana.

Casilda y Estrella XVII. La llamada de Africa



Siempre le ocurría lo mismo. El día antes de embarcar, los nervios atenazaban su estomago, pese a que desde la primera vez que dejó su hogar para comenzar su andadura como marino, hayan pasado ya catorce años.

- Entonces te quedas, no me acompañarás esta vez…
- No, sabes que lo siento, pero tengo importantes asuntos entre manos. Estrella me necesita, sin mí, ella sola……
- Vale, vale, lo entiendo y no te lo reprocho. A veces a mi también me dan ganas, de dejarlo todo, de quedarme, pero….después…
- Después, ¿después qué? Sabes que podrías buscar algo aquí, asentarte e incluso…. Tú ya me entiendes. Veo como miras los azules ojos de Casilda.
-Casamenteiro…rió Ken, lanzándole una camiseta que doblába en ese momento.
-Es verdad, lo sabe todo el mundo….
-No sé, no me veo yo asentándome. Me tira demasiado la libertad de mi vida errante, la Mar, sus atardeceres, las gentes y los paisajes que voy encontrando….
- Ya, y los mouchos, lo sé. ¿Qué tendrán esos pajarracos, que tanto os atraen?
- Ay Maruxiño, eres terrible compañeriño. Venga, ayúdame con el equipaje, que todavía tengo que pasar por la taberna a despedirme…